«Preocúpate más por tu conciencia que por tu reputación. Porque tu conciencia es lo que tu eres y tu reputación es lo que los otros piensan de ti… Y lo que otros piensen de ti es problema de ellos».
Einstein
La importancia de ocuparse por quien uno es y no por cómo nos ven los demás es un verdadero desafío ¿A cuántos de nosotros nos gustaría sentirnos libres, poder ser quien realmente queremos ser, pero ante la mirada del otro no nos animamos?

Existen muchos motivos por los cuales podemos dejar de ser auténticos, de ser quien realmente somos, solo para cumplir con las expectativas de los demás.
Una de las formas de no respetar nuestra verdadera esencia es cuando actuamos queriendo quedar bien con todos todo el tiempo.
Este comportamiento, lejos de beneficiarnos, es una gran clave de fracaso, de error. Estar preocupado por un compromiso a la imagen, por «cómo me ven», «qué piensan los otros de mi», «si soy justo, si no soy justo», «si soy correcto, si no soy correcto» inevitablemente nos lleva a olvidarnos de nuestra verdadera esencia.
La única clave para ser uno mismo es mantenerse fiel al sentimiento, porque lo que estás sintiendo es lo que en realidad eres. Los demás pueden pensar lo que quieran, pero ese no debe por qué ser un tema por el que tengas que preocuparte.

Por preocuparnos por lo que los demás piensan de nosotros, muchas veces traicionamos nuestros sentimientos y nuestra conciencia. Acabamos haciendo cosas que van en contra de lo que queremos hacer, por el simple hecho de querer pertenecer, para ser aceptados, o por lo que sea.
Cuando no eres tu conciencia estás siendo solo una imagen, una máscara que le quieres mostrar al mundo. Sin embargo, tarde o temprano, tu cuerpo te empezará a reclamar ese comportamiento y, muchas veces, hasta de forma biológica.
Aunque parezca un trabalenguas la situación se presenta más o menos así: no estás siendo quien sientes y debes ser, por ser quien vos crees que los demás quieren que seas.
Sumergirnos en el mundo de interpretaciones que se despliega entre lo que el otro quiere, lo que yo creo que quiere, lo que yo quiero, etc. siempre caminaremos errados.
Sabemos lo común y cotidiano que es quejarse y criticar todo. ¿Cuántas veces al estar en un grupo de amigos, aún no sintiendo deseos de criticar ni de juzgar a nadie, acabamos haciéndolo, solo porque otros lo hacían? para que no digan nada de nosotros muchas veces nos traicionamos a nosotros mismos. Poniendo otro ejemplo ¿Cuánto tiempo aún le sigues dedicando a actividades que ya no te resuenan, como podría ser el fútbol o la política, solo para no perder tu reputación?

Por querer ser lo que otro quiere, vamos por la vida tratando de quedar bien con nuestra pareja, con nuestro jefe, con nuestros amigos o con quien sea. Pero lo peor de esto es que generalmente uno cree que está cumpliendo las expectativas del otro y no necesariamente es así.
Ante esta manera de comportarnos nos sometemos a una doble decepción. La primera es darnos cuenta de que no fuimos auténticos. La segunda, descubrir que no cumplimos con las expectativas de los demás.
Lo único que entra en este juego es seguir tus sentimientos, pese a quien le pese. Enojarse es un derecho que tienen los demás, de hecho, las personas se pueden enojar, ofender, sentir que estás siendo injusto, etc. pero no es tu tema. Los demás tendrán que maestrear esa situación si les molesta quién eres. Lo importante es que tú seas quién sientes que tienes que ser.
Si el otro piensa que estás traicionando tus antiguas convicciones, no deja de ser un problema del otro. Intentar mantener una imagen inalterable de uno mismo es una ilusión. Estamos constantemente transformándonos y es natural que así sea. Lo único a lo que tenemos que atender es al hecho de no traicionar nuestra propia conciencia.
Lo que verdaderamente nos define es quienes somos en el sentimiento, no quienes somos en la mirada de los demás. El gran error que solemos cometer y lo confirmamos día tras día, es sentir que la mirada del otro nos valida.

La mirada del otro no te valida. En realidad ni siquiera sabemos lo que el otro está viendo. Creemos interpretar la mirada del otro y tratamos de acomodarnos a ello.
Pero al final, lo más probable es que terminemos defraudándolo, porque cuando alguien no es quien tiene que ser, se siente. Por más que le sonrías al mundo.
La percepción que cada uno tenga de otro depende de la frecuencia en la que se encuentre. Y esto no deja de ser su interpretación.
Si bien vivimos en sociedad y muchas veces tendremos que pasar por situaciones o enfrentarnos con personas que no encajan directamente con nuestra real manera de ser, ello no debería condicionarnos. Aunque parezca antipático ser indiferente a la mirada de los demás, es lo único que va a garantizar que seas tú mismo.

Tampoco se trata de pasar al otro extremo y decir: «Yo soy así y no me importa». ¿Realmente eres así o es el ego el que está hablando?
Respetando tu esencia, el ser no entrará en conflicto y si el conflicto apareciera, encontrará la manera más amorosa de solucionarlo. Así esa manera sea seguir su camino y optar ir por otro lado.
Relegarse a un segundo plano y no ser quien uno es solo para que los otros estén bien, al final de cuentas nos lleva a una relación de fracaso, a un perder-perder. Cuando nos damos cuenta que por no ser quien éramos lo único que logramos es que los otros tampoco estén bien, podemos empezar a cambiar eso, empezar a ser fiel a quien sentimos ser y convertir la relación en un ganar-ganar.
Mantenernos con Integridad, honestidad y conciencia, sentir que estamos dando lo mejor de nosotros mismos siguiendo el sentimiento que nos impulsa desde la conexión, requiere valor. Pero el esfuerzo, lo vale.
Desde el momento en el que no puedes hacer lo que sientes y eliges “ser correcto” empiezas a perder tu propia reputación, la única que realmente cuenta: la confianza en ti mismo, tu autoestima.
Creemos que la reputación nos traerá beneficios, pero no hay mayor beneficio que la que nos trae el ser fiel a uno mismo. Cuando eres fiel a lo que sientes recuperas gran parte de la reputación que perdiste y, desde ese instante, estás en condiciones de crear lo que aún no existe.
Hoy pregúntate ¿te preocupas más por tu conciencia que por tu reputación o más por tu reputación que por tu conciencia? ¿actúas más movido por lo que sientes o hago lo que creo que a los otros les va a agradar?
¡Déjanos tus comentarios! Siempre es bueno compartir.