Desde hace algún tiempo venimos compartiendo una información que es parte del proceso de encendido americano. Puede que desde lo racional, a primera vista, no se comprenda demasiado. Sin embargo, lo importante es intentar resonar con ella a través del corazón.
En ocasiones anteriores hemos hablado acerca del conocimiento que algunas culturas y civilizaciones de antaño tenían sobre determinados eventos cósmicos. También del valor y la importancia que éstas les daban a dichos acontecimientos. Aztecas, Nahuas, Mayas, Toltecas, Q’eros y diversas civilizaciones de distintos tiempos, cada una con sus creencias y costumbres, han sido capaces de transmitirnos una sabiduría que hoy por hoy está más vigente que nunca.
El hallazgo de símbolos y creencias relacionados principalmente con un grupo de pueblos que dan origen al imperio azteca, nos dan la pauta de que ellos venían siguiendo tradiciones más antiguas. A pesar de no haber sido coetáneos con las civilizaciones mayas y toltecas, es evidente que supieron seguir sus culturas y continuar con un proceso que indudablemente los trascendía. Como si una especie de hilo conductor guiara los pasos de estas culturas, desde la más pura conexión divina.
Tomando como referencia a la cultura de los Nahuas, nos encontramos con los ciclos de soles y lunas, que anunciaban los comienzos de cada era. La convicción en sus creencias y toda su cosmogonía giraba en torno a un proceso que ellos consideraban completamente natural.
La importancia de la Tonantzin, conocida por nosotros como la Virgen de Guadalupe, es clave en todo este proceso y quizás nos ayude a comprender mejor cómo es posible que nahuas, aztecas, mayas, toltecas, hayan coincidido tan hábilmente en la existencia de estos ciclos sucedidos y presagios del porvenir. Si tomamos en cuenta que la Tonantzin, trayendo la quinta luna y anunciando el nuevo sol, era un símbolo – no sólo mexicano sino también planetario, aunque principalmente americano – que abría un proceso muy grande, tendremos una pista de ello.
Sin ir más lejos, los q’eros en el sur, aunque no sostenían exactamente lo mismo, sí estaban seguros de que este sería un momento especial.
Dicho todo esto es inevitable llegar a la conclusión de que distintas culturas de todo el planeta le dan al solsticio que se avecina este diciembre una importancia fundamental. Lo mismo ocurre con el eclipse del 14 de este mes.
Las sincronías que existen entre aquellos tiempos y los tiempos actuales es asombrosa. Hace aproximadamente 500 años atrás – en las vísperas del sexto sol- una pandemia cubría de sombras al pueblo de los nahuas. Hoy la pandemia que estamos transitando, aparece en el contexto exacto para que podamos reflexionar acerca de las profecías que ya anunciaban que esto iba a suceder.
Citando las sincronías no podemos dejar de mencionar que la tradición popular celebra el 12 de diciembre el día de la virgen de Guadalupe. Teniendo en cuenta que estas celebraciones comienzan en el año 1531 del calendario juliano y luego éste se transforma en el calendario gregoriano, tenemos que contemplar que existe una diferencia de 10 días entre ambos calendarios. Por lo tanto, si pasáramos la fecha de celebración al calendario gregoriano, deberíamos festejarla el 22 de diciembre. Entonces que la Tonantzin aparezca después del solsticio ¿no nos da un indicio de toda la fuerza que le otorga al nuevo sol?
Hasta aquí hemos hablado de culturas americanas. Pero si ampliamos el ángulo, nos encontraremos con Maestros de oriente que también hablan de ciclos solares y estelares, así como también de un proceso ascensional de la tierra que ya comenzó.
Más allá de lo que podamos pensar o creer, de la realidad o irrealidad que todo esto pueda tener para algunos, la creencia de que algo maravilloso va a pasar, de que se espera un evento de luz, nos tiene a todos (o a una gran mayoría) creyendo y confiando en que este tiempo es trascendental.
Con ello estamos alimentando una forma-pensamiento que cada vez toma más fuerza para que se manifieste una Era de Paz.
Como creadores que somos podemos elegir subirnos a esta ola, a la ola de creencias que, a lo largo de milenios, generaron la forma pensamiento de que «algo muy bueno iba a pasar». Creer que en este ciclo solar estamos pasando por un gran proceso que beneficiará a la humanidad y a la tierra, es lo que genera la potencia para que en verdad, pase. Como diría Velazco Piña: «Estamos ante un retorno a lo sagrado», a esa común unión con la naturaleza, con el origen, con Dios, con la perfección y esta es la gran oportunidad.
Que desde diversos ángulos – ciencia, religión, culturas ancestrales, etc – se esté apuntalando hacia lo mismo y con un sentimiento compartido, debería llenarnos de entusiasmo para aprovechar este impulso creador y crear el nuevo tiempo.
La preparación para el nuevo tiempo comienza asumiendo nuestro rol como ser creador.
Sentirnos responsables de este suceso es clave. Porque más profecías que se hayan anunciado, por más señales que nos indiquen que el mundo va a cambiar y que vamos a vivir en una nueva humanidad, si sólo nos sentamos a esperar que esto suceda, no sucederá. Todo depende de nosotros. De que podamos despertar esas memorias, aprovechar el impulso creador y asumir que somos parte del plan. En otras palabras, asumir que somos el plan dentro del Plan.
Mantenernos conectados, lo más armónicos posibles, llevando la atención hacia lo que cada uno considera de origen superior, también es parte de esta preparación.
La ola va a pasar. Pero si no nadamos con ella no podremos subirnos. Subirnos a la ola sólo requiere que estemos armónicos y con la atención dirigida hacia dónde tiene que estar: hacia la fuente.
Puede que afuera el ruido sea muy fuerte, tanto a nivel económico, sanitario, político, social. Pero si empezamos a darnos cuenta de las pequeñas victorias que vivimos día a día – levantarnos, estar con nuestros seres queridos, tener salud, poder alimentarnos, etc.- iremos generando la perspectiva que necesitamos para mantenernos en calma y subirnos a la ola en Amor, Armonía y Paz.
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